domingo, 22 de mayo de 2011

El abuelo Antonio, capítulo 2

 Los últimos 20 años

  Tres días después de aquel encuentro tan emotivo, volvieron a reencontrarse en el parque. El abuelo “Antonio”, es decir, Wario, se había dedicado a dar los números de contacto de todos, para que pudieran quedar mediante SMS. De este modo, les fue muy fácil volver a quedar en su querida pista de karts para ponerse al día de lo que les había pasado en todo ese tiempo. Tras veinte años sin verse, el reencuentro que tuvieron tres días atrás había sido muy emotivo.

  Ese día se pusieron al tanto de cómo habían pasado esos años para ellos. En general, todos sabían dónde estaban los demás y el único que no había tenido demasiado contacto era Mario, así que resolvieron ponerle un poco al día:

  Luigi había puesto un negocio de fontanería, que le iba bastante bien hasta que se jubiló. Se casó con la princesa Daisy y tuvo tres hijos, de los cuales, uno le salió rana… literalmente. Lo llamaron “Froggy” y tenía una charca para él solito. Estaban esperando a ver si alguna princesa lo besaba y convertía en príncipe, pero lo único que consiguieron es que la única candidata se convirtiera en rana también. Ahora vivían los dos en la charca y tenían varios renacuajos... textualmente.

  Wario y Waluigi habían puesto una tienda de artículos de broma y cosas extrañas, donde tenían unos clientes casi igual de extraños. Tras unos años en el negocio, el amor llegó y se casaron con dos de sus dependientas; dos décadas después ya tenían varios nietos cada uno.

  Kinopio, el champiñón, se había vuelto al reino Champiñón porque en nuestro mundo casi se lo comieron con patatas fritas y el pobre hombre se llevó tal susto que se volvió incoloro antes de tiempo. De sus bonitas manchas rojas ya no quedaba sino un breve y desvaído recuerdo.

  Yoshi también había tenido un episodio un tanto insólito cuando, acompañando a Mario cuando se fue del reino Champiñón, casi lo capturaron para el zoo. Yoshi aún recordaba al orondo funcionario del zoológico corriendo tras él… o, al menos, intentándolo. Así que volvió con Kinopio al reino Champiñón y se dedicó a cazar moscardas con su larga lengua.

  Bowser, el malo, se hartó de ser tan malo, porque siempre le derrotaban y tenía que gastarse cada vez más dinero en castillos más y más caros. Al cabo de un tiempo se aburrió, se hizo hippy, se unió a una comuna y trapicheaba con los demás hippies amenazándoles con darles un baño de jabón si no cedían a sus exigencias. Además de eso, se dedicó a repartir paz y amor —el nombre de sus dos cachiporras— entre todos los que amenazaban a su comuna. De sus hijos nunca más supo, pero pensó que seguirían haciendo de las suyas en el reino Champiñón.

  Por fin, el turno de la princesa Peach y Mario. Tras una violenta discusión, se habían separado enfadados y nunca más habían vuelto a verse. 

  Mario, emocionado por verlos a todos y, escuchando sus historias, no pudo detener las silenciosas lágrimas que le corrían por sus mejillas. ¡Tantos recuerdos! ¡Tantas aventuras pasadas! ¡Tantas luchas con amigos y enemigos y tantos buenos y malos ratos que pasaron juntos! 

  Y, por fin, su adorada princesa a su lado. Ya no recordaba por qué habían tenido la pelea. Su vida había sido bastante monótona y aburrida hasta entonces. Y su amada Peach le hizo recordar.

      Mario, ¿ya no recuerdas por qué no has tenido contacto con nadie durante estos últimos veinte años?
      No —respondió él confuso—. Para ser sincero, no lo recuerdo en absoluto. Ya no sé por qué os abandoné a todos.
      Pero Mario —terció su hermano Luigi— un día tuviste una gran pelea con Peach, porque siempre tenías que rescatarla y ya estabas harto de tener que salvarla siempre.
      ¡Ñum! —coincidió Yoshi.
      Sí —recordó Bowser con su voz de trueno—, es cierto. Incluso viniste a mi castillo a decirme que dejara en paz a Peach o ibas a sacarme la piruleta de la boca, metértela en el sobaco y luego ponérmela en la boca otra vez. Ante una amenaza tan seria, cualquiera se volvía a meter con ella.
      Es cierto —dijo Mario—. Ya no me acordaba. Y, cuando la dejaste en paz vino el infierno. Por eso me marché. Estaba ya hasta el gorro de que todos vosotros vinierais todas las tardes a tomar el té, a cenar, a merendar, a desayunar, a media mañana y, de vez en cuando, a dormir. ¡Si es que no tenía vida propia!
      Pero Mario —gimió Kinopio— nosotros pensamos que te gustaba que estuviéramos allí. Si incluso hacíamos la vista gorda cuando Peach se vestía de cuero con su látigo y…
      Vale, vale —cortó Mario—. No hace falta sacar las intimidades ahora. Y también Peach me tenía harto con eso.
      Sí, es verdad —balbució la princesa—. Me porté como una estúpida y me di cuenta de cuánto te echaba de menos cuando tuvimos la última pelea, dejaste el reino Champiñón y te volviste al mundo real. Te estuve buscando durante años y nunca dejé de esperarte —y, mientras decía esto, un río de lágrimas le salía de sus grandes ojos y le corría por sus rosadas mejillas.

  Mario, ante esto, se sintió como un estúpido. Quería arreglarlo todo. Quería recuperar el tiempo perdido y no sabía cómo. Pero, de repente, se le ocurrió una idea. Podían volver todos al reino Champiñón e intentar buscar algún tipo de fórmula que les devolviera la juventud. Así, Mario se encaró con sus amigos, y les dijo:

    ¿Sabéis qué? Deberíamos volver al reino Champiñón e intentar buscar algo que nos rejuvenezca de nuevo. Así volveremos a recuperar el tiempo perdido —afirmó con convicción, mirando a Peach.
    ¡Qué gran idea! —concordó ella.
    ¡Ñum! —dijo Yoshi.
    Por mí vale —dijo Bowser—. Así podré raptar a Peach de nuevo para que me haga más pasteles de fresa.
    ¡Síiii! —corearon todos al unísono.
    Entonces —dijo Mario— quedemos mañana por la mañana pronto para acceder al reino Champiñón. Conozco una entrada secreta que nadie ha descubierto. Mañana nos pondremos en marcha.

  Y así, todos quedaron entusiasmados con la idea. Al día siguiente decidieron que quedarían en la zona de los karts. Pronto empezarían una nueva aventura.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho!¿Para cuándo la próxima aventura??

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  2. Pues la verdad es que no lo sé, porque fue un trabajo para clase: hacer un capítulo de un libro y después continuarlo. La verdad es que no quería continuarlo, porque el primero era autoconclusivo, pero no me quedó otra. Y no estoy muy satisfecho con el resultado, pero en fin...

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