miércoles, 2 de septiembre de 2009

La leyenda del conejo de la luna (I)

Nota: éste archivo es un poco largo, así que lo he dividido en varias partes. Sin embargo, fue emitido de una sola vez en el programa radiofónico "http://www.elabrazodeloso.es/wordpress/El abrazo del oso", el día 08 de Abril de 2009. El autor me ha dado permiso para ponerlo en mi blog y cortarlo, pues es muy largo.

 
La luna siempre ha sido objeto de canciones, poemas, estudio, admiración y, sobre todo, leyendas. Una canción infantil de El Salvador que me cantó mi mujer, Flor, hace unos días dice así:
“Luna, luna, dame pan, si no tenés, anda al volcán”; hay otras versiones, en otros países, cuya letra es así:
“Luna, luna, dame pan... porque el que me diste se me cayó en la laguna”,
 O incluso:
Luna Dame pan,


Que soy pequeñito.


Y no me lo puedo ganar.


Cuando sea mayorcito,


Ya me lo podrá comprar,


Luna dame pan.
      En cualquiera de los países latinoamericanos donde se canta, y sea la versión que sea, es una canción tradicional de súplica de un niño hacia la luna para que le alimente con pan.
      Canciones de la luna, hay varias, de varios grupos: Mecano, Molotov, Juanes…, pero también hay leyendas. Concretamente, tres leyendas en tres puntos del planeta me llamaron la atención y me parecieron curiosas. Paso a relatarlas a continuación:
LOS MAYAS
      Hay una leyenda maya que intenta explicar el porqué de esa forma animal que se adivina de noche si miramos hacia la luna. Las sombras de los cráteres en la escarpada superficie lunar, según los precolombinos, simulan un conejo en movimiento, saltando. La leyenda dice así:
Quetzalcóatl (la serpiente alada), el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo, con forma de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino y, estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.
 
-¿Qué estás comiendo?, -le preguntó Quetzalcóalt al conejo.
-Estoy comiendo zacate (hierba) – respondió éste. ¿Quieres un poco?
-Gracias, pero yo no como zacate.
-¿Qué vas a hacer entonces?
-Morirme, tal vez, de hambre y sed.
El conejito, triste, se acercó a Quetzalcóatl y le dijo:
-Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
Entonces el dios, enternecido, acarició al conejito y le dijo:
- Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.
Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo. Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo:
-Ahí tienes tu retrato en luz, para que todos los hombres en todos los tiempos puedan verte.

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