lunes, 9 de julio de 2012

LOS RElatOS DE LA Web DEL PenCO (IV)


LOS RElatOS DE LA Web DEL PenCO

Feo, el gato

     Todos en el edificio de apartamentos donde yo vivía sabían quién era Feo. Feo era el gato callejero del barrio.

     Feo adoraba tres cosas en este mundo: pelear, comer basura y, digamos, amor. La combinación de estas tres cosas sumadas a una vida en las calles habían causado daños en Feo y el pobre gato estaba un poco "hecho polvo".

     Para comenzar, sólo tenía un ojo y, en el lugar donde debería estar el otro ojo, había un profundo agujero. También había perdido la oreja del mismo lado, y su pie izquierdo parecía haberse quebrado en el pasado, y el hueso se curó en un ángulo extraño, haciendo que siempre pareciese estar dando la vuelta a la esquina. Feo había perdido la cola hacia mucho tiempo, y quedaba apenas un pequeño pedazo de cola espesa, que él siempre giraba y torcía.

     Todos los que veían a Feo tenían la misma reacción: "¡Pero que gato más feo!" Los niños estaban avisados para no tocarlo; los adultos le tiraban piedras, le echaban agua con la manguera o con cubos para espantarlo, lo expulsaban cuando él intentaba entrar en sus casas o apretaban sus patas en la puerta cuando él insistía en entrar. Ante todos estos ataques, Feo siempre tenía la misma reacción: si le echaban agua con la manguera, no salía del lugar, se quedaba allí ensopado hasta que desistiesen. Si le tiraban cosas encorvaba su cuerpecito flaquito a los pies, pidiendo perdón. Siempre que veía niños, surgía corriendo, maullando desesperadamente y refregando la cabeza en todas las manos, implorando un poquito de amor. Cuando yo lo tomaba en mi regazo, él inmediatamente comenzaba a lamer mi camisa, orejas, o lo que encontrase.

     Un día, Feo quiso compartir su amor con los perros del vecino. Sin embargo, los perros no eran amistosos e hirieron a Feo gravemente. Desde mi apartamento, yo oí sus gritos y corrí para intentar ayudarlo. En el momento en que llegué donde él estaba caído, me dí cuenta de que la triste vida de Feo se estaba evaporando. Feo estaba caído en un pozo, sus patas traseras y su espalda estaban totalmente deformes; un profundo corte en la línea blanca de pelo atravesaba su pecho. Cuando yo lo agarré e intenté llevarlo a casa, él aspiraba y se asfixiaba; podía sentirlo luchando para respirar.

     "Creo que lo estoy lastimando mucho", pensé. Entonces, sentí la sensación familiar de Feo chupando mi oreja. En medio de tamaño dolor, sufriendo y, obviamente, muriéndose, Feo estaba intentando lamer mi oreja. Lo atraje cerca de mí y él refregó su cabeza en la palma de mi mano, me miró con su único ojo dorado y comenzó a ronronear para mí.

     Incluso sintiendo tanto dolor, aquel gatito feo, lleno de las cicatrices de sus batallas, estaba pidiendo un poco de cariño, tal vez alguna conmiseración. En aquel instante, pensaba que Feo era el gato más lindo y adorable que yo había visto. En ningún momento intentó arañarme o morderme, ni intentó huir de mi, o se rebeló de alguna manera. Feo apenas me miraba, confiando completamente en que yo aliviaría su dolor.

     Feo murió en mis brazos antes que yo entrase en mi apartamento. Yo me senté y me quedé abrazado a él por mucho tiempo, pensando sobre cómo este gato callejero deformado y cubierto de cicatrices había cambiado mi opinión sobre lo que significaba la genuina pureza de espíritu y sobre cómo amar incondicionalmente. Feo me enseñó más sobre la donación y la compasión que cualquier ser humano y yo siempre le estaré agradecido.

     Llegó la hora de seguir adelante y aprender a amar verdadera e incondicionalmente. Llegó la hora de dar mi amor a aquellos que me son queridos. Muchas personas quieren ser influyentes, quieren acumular dinero, quieren tener éxito, ser queridas o bellas.



En cuanto a mí, yo siempre intentaré ser como Feo.

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